De venir
Sin saber morir, muero
En las mañanas
En la distancia
Los días sábados
En cada partido de fútbol
En los poemas de Vallejos
Los lunes
Con todo el tiempo por delante
Desbesado
por el encanto
Dormía
Dormía [mi yo]
Lo dejamos morir un poco más
Que lo despierte otro
El silencio acompañaba
Era una nube gris
vulnerable a la ingravidez de unas manos
El otro
Se pensaron que era otra persona.
Y era otra persona.
Qué más pueden pedir.
Festejo
Todo lo mío se va a terminar
conmigo
mi conciencia
mi emoción
mi divina comedia
Brindemos
nada va a quedar
Mentidoza
a mi madre
Que vaya a ver si vienen los basureros.
Que me fije si la leche se hierve.
Que me cuide de los desconocidos.
Que no acepte regalos de extraños.
Que sueñe con los angelitos.
Que no me ponga al sol antes de las tres.
Que me perfume las partes
y siempre que salga a la calle
lleve ropa interior limpia
porque uno nunca sabe
lo que nos puede pasar.
Que en la navidad no hay que mirar las flores de la higuera.
Que las tormentas que pasan de largo van a Rosario.
Que la tía es una arpía.
Que yo era el más inteligente, el más bello.
Que estudiar a la mañana temprano es mejor para retener.
Que ella había ganado un concurso de rock and roll
con Jumito, un japonés que después me enseñó yudo
y técnicas orientales para ir a favor de lo que nos sucede.
Que a las sandías hay que enfriarlas debajo de la cama y comerlas
después de la siesta.
Que ella siempre iba a estar.
Mamá no está.
Todas estas palabras
menos la débil gramática
que me permite escribir sin madre
se fueron con ella.
Solo
Me quedé solo
no de futuro,
no de presente, que es digno
sólo de verdad
Un millón de balcones
Un millón de balcones tiene Buenos Aires
en ninguno se asoman tus ojos
a buscar me
traje el cielo todo
atrás de lo que puedo ver
hay mucho más, no vos
que sin mi mirada
no existís
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