por Andrea Soldini (*)
FIEBRE
Se impuso con la furia de una lluvia no esperada. Esas que son excusas para aislarse un poco del disturbio de trabajos obsesivos. La fiebre. Suceden entonces algunos días sin conciencia, como un paréntesis vacío. Algo sabe que no es porque si, sino deseado. Desear ese estado que ausenta. Si. Sueños Dionisíacos. Batallas desenfrenadas libradas al azar. Cuerpo que se deja vencer y se abandona sin horarios. No hay perdón. No hay culpas. No hay responsabilidad ni voluntad en juego. Transcurre esa pérdida de tiempo como un sacrificio que se otorga caprichosamente. Un regalo que se tira sin abrirlo a los pies del oferente. Adiós, me aletargo un poco más, un poco más… y vienen los santificados embriagados a lamerme las heridas, a dulcificarme… se llevan los atrapa sueños para que no los recuerde. Se quedan con esos misterios para que la razón no venga a oscurecerlos. Será quizá alguna vez el día que la embriaguez se despierte sin fiebre y atraviese el mundo de la infame lógica y devuelva rostros menos verdosos.
(*) Actriz, dramaturga, directora de teatro, poetisa de Venado Tuerto.
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